martes, 29 de octubre de 2019

Santiago, 29 de octubre de 2019




Con motivo de la crisis social que estamos experimentando en nuestro país, es importante que podamos tomar medidas activas para hacer de esta crisis una oportunidad. Para ello es necesario reconocer lo que está pasando, escucharnos entre nosotros, y reflexionar en qué medida todo esto nos toca y afecta también de manera individual, subjetiva y profunda. De allí que los abajo firmantes, profesores de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibañez, junto con hacer algunas sugerencias profesionales sobre cómo hacer frente a esta situación (lo que adjuntamos al final de esta carta) nos parece relevante hacer algunas declaraciones previas importantes.

En primer lugar entendemos que detrás de estos hechos existe un malestar ciudadano que da cuenta de un sufrimiento que no podemos desconocer. Reconocemos que nuestra sociedad está dolida y que, desde dicho dolor, ha surgido un movimiento colectivo de manifestaciones en todo Chile para visibilizar el malestar por las profundas desigualdades de nuestro país. Y claramente, aunque la gran mayoría ha actuado de manera muy pacífica, se ha visto también violencia y descontrol graves. Sin embargo, no aceptamos la estigmatización de este movimiento como eminentemente violentista, pues desvía el foco de lo realmente sustantivo, el dolor de las personas por las desigualdades sociales sostenidas.

También expresamos nuestra solidaridad con todos aquellos que han visto vulnerados sus derechos ciudadanos, y muy en especial con las víctimas producto de la violencia de los organismos del estado (incluyendo el impacto en sus familiares y amigos). Condenamos todo tipo de violencia, venga de quien venga. Pero cuando ésta proviene de los organismos que sostienen el monopolio del uso de la fuerza, según el orden legítimo dentro de un estado moderno, nos parece mucho más grave y peligroso, dada la indefensión en la que quedan las personas frente a estos abusos. Esperamos que cada una de estas situaciones sea plenamente investigada y encauzada, como corresponde dentro de un estado de derecho.

Las manifestaciones están dando cuenta de un proceso de transformación social que requiere de una profunda reflexión respecto del tipo de sociedad que queremos ser. Pero entendemos también que saltar desde la expresión de un malestar a la generación de una propuesta es una tarea altamente desafiante. Más aún cuando como sociedad no hemos sabido cultivar la capacidad para pensar juntos y proyectarnos hacia el futuro. El desafío consiste en re-conocernos en nuestras diferencias, abandonar los prejuicios, valorar la diversidad, alertar sobre la exclusión social y comprender que la sociedad es un ente complejo que no podemos abordar desde el simplismo y la caricaturización de los buenos y los malos. Debemos hacer de la aceptación del otro un imperativo ético fundamental desde el cual construyamos un sano espacio de convivencia.

Arrastramos desde hace largo tiempo condiciones sociales que han empeorado nuestros indicadores de salud mental. Las cifras son alarmantes, las tasas de depresión y ansiedad en Chile son una de las más altas a nivel latinoamericano. Además de que estas afectan habitualmente a poblaciones más vulnerables, es decir, personas con menor nivel educacional, a los más jóvenes, a las mujeres, a las personas mayores. Impactan además, de manera particular, a personas de pueblos originarios y comienzan en niños entre 4 a 11 años, quienes en un 27,8% ya presentan algún trastorno mental. 

Muchos factores se han confabulado para ello, como el acceso desigual a salud, educación y pensiones, la incertidumbre por el futuro, los abusos institucionales, el mal clima en los espacios de trabajo. Pero muy en especial acusamos la precarización de nuestro tejido social. Necesitamos construir un espacio sano de convivencia y de no polarización. Hoy la sensación de soledad es transversal a todos los sectores, la falta de comunicación y la sensación de no ser escuchados, el entender la salud mental más como un beneficio que como un derecho, la falta de empatía, la restricción de espacios de encuentro, ocio y de actividades extracurriculares necesarias para un buen vivir, nos han vuelto personas solitarias y sin redes de apoyo. Todo lo cual se constituye en un gran factor de riesgo para presentar alguna patología de salud mental.

Necesitamos escucharnos, respetar la perspectiva de otros y empatizar con las vivencias y emociones que se van expresando en los distintos espacios de diálogo que se están abriendo en las familias, barrios, establecimientos educacionales, trabajo y comunidad. Generar un trato social y comunitario mucho más solidario, por ejemplo cambiando comportamientos cotidianos como mirar a los otros, saludar a aquellos que no conocemos pero con quienes nos topamos de manera casual. Vernos y escucharnos realmente, reconocer nuestras necesidades, sentirnos apoyados y acompañados. Sabemos que esto no representa el profundo cambio social, e incluso cultural y estructural, que requerimos urgentemente; pero estas pequeñas medidas nos aportan un cambio de mirada para poder retornar a los espacios amables, de encuentro familiar con las personas cercanas que nos aportan espacios de contención y redes de apoyo. En esencia, debemos salir del marco del individualismo que nos aisla y fortalecer el concepto del “nosotros” que nos congrega y nos sostiene.

Finalmente, nos parece importante reconocer que tenemos como país una institucionalidad estable y que somos una sociedad inclinada a generar y respetar los acuerdos que establecemos. Esto resulta positivo para poder instalar el proceso de diálogo que necesitamos. Por lo que invitamos a toda la comunidad a sumarse a un necesario espacio de reflexión en el que expongamos y sustentemos, en un positivo clima de respeto, nuestros puntos de vista sobre el tipo de país que queremos construir. El llamado es a crear estos espacios dentro de nuestras familias, en organizaciones de vecinos, generando cabildos y asambleas, entre muchas otras instancias posibles para que podamos canalizar positivamente el diálogo social que necesitamos

Sabemos que, históricamente, los procesos de cambio social han emergido, casi siempre, con algún tipo de conflictividad previa. Y sabemos también que, la forma en que los abordemos puede favorecer que esta situación que vivimos hoy se convierta en un espacio de posibilidad para poder crear un Chile mucho más humano, ético y justo.

Atentamente,


Gonzalo Muñoz Gálvez Ricardo Baeza Weinmann
Mariana Bargsted Aravena Claudia Cruzat Mandich
Yerko Molina Muñoz Cristóbal Merino Troncoso
Ruth Weinstein Araneda                  Gabriela Cavada Arenas
María Josefina Escobar Martínez Paula Cornejo Leighton
Jesús Yeves Gómez María Luisa Ugarte Correa
Claudio Araya Véliz                         Fernanda Díaz Castrillón
Andrés Salas Martinic Paula Lizana Calderón
Lorna Cortés Urrutia Gorka Navarrete García
Marcela Marín Dapelo Felipe Landaeta Farizo
Agustín Ibañez Barassi Roberto Arístegui Lagos
David Huepe Artigas Vicente Soto De Amesti


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SUGERENCIAS PARA EL CUIDADO Y AUTOCUIDADO EN MOMENTOS DE CRISIS


Lo primero, que la crisis no nos paralice. 

Si miramos adelante, probablemente nos veremos enfrentamos dentro del contexto familiar y laboral, con personas que presenten síntomas de angustia, estrés post traumático, crisis de pánico, entre otros.

• En caso de que aparezcan y se mantengan síntomas como angustia y estrés, buscar ayuda de especialista (psicólogo y/o psiquiatra)
• Es probable que algunas personas reediten situaciones traumáticas previas, de violencia, que podría generar síntomas antes descritos, por lo que es importante contar con redes de apoyo que puedan escuchar y contener, ya que en estos momentos es normal presentar síntomas si ya se ha sufrido vulneración de derechos (ya sea de manera directa o indirecta).
• Dentro de lo posible, retomar de a poco nuestras actividades normales, ya que eso ayuda a tener ciertas certezas. Esto no implica indiferencia ante lo ocurrido.
• Hacer algún tipo de actividad física, mantener hábitos de alimentación, de sueño y sentido del humor.
• Compartir espacios de conversación que permitan la expresión de lo que estamos viviendo, en un contexto protegido, respetuoso y seguro que permita compartir las experiencias de cómo cada uno sobrelleva la angustia (modelado), tratando de poner en práctica aquellas que mejor se acomoden a la persona.
• Utilizar algún método de distracción que no sea el mirar tv o las redes sociales de manera permanente, sino más bien: lectura o lectura de cuentos para los niños, organizar actividades recreativas con los vecinos (cuenta cuentos, incluso hablar con los niños sobre lo que está pasando) juegos en familia, etc.
• Hacer meditación o práctica de mindfulness


En caso de menores de edad: 

• El primer consejo es que, como adultos, seamos el filtro de lo que ellos ven, tratando en la medida de lo posible evitar exponerlos a las noticias que pudieran ser muy angustiantes para ellos. Y en ningún caso dejarlos solos viendo o escuchando noticias.  
• Responder cuando nos preguntan de forma simple, considerando su edad, sin muchos detalles, dando espacio para explorar sus emociones. Ayudarles a nombrarlas y escuchar sus miedos (puede ser por medio de dibujos, cuentos, o juegos). 
• Es importante que al explicar lo que sucede evitemos transmitir nuestra propia incertidumbre o miedos a ellos. En ese sentido, es importante cuidar también nuestras conversaciones entre adultos delante de ellos, aun cuando en apariencia parezcan no escucharnos.  
• Es necesario hablarles de la empatía, de cómo dialogar con alguien que tiene un punto de vista diferente al nuestro, explicar que la violencia no es una solución, hablar sobre sus derechos y validar sus emociones y preguntas.







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